jueves, 9 de febrero de 2012

OH, LÀ LÁ, LES GENDARMES


   No se me da bien decir todas las cosas que siento en algunos casos, sólo siento indignación y ganas de decir: "cabronazos, fils de pute", etc. Me estoy refiriendo a los guiñoles esos que pululan ahora en la tele de nuestros vecinitos, metiéndose con los deportistas españoles. Si la envidia fuera tiña, estarían todos más calvos que un chupón, y lo que más fastidia es que siempre les ha pasado igual. Nosotros decimos a veces que el deporte nacional de España es la envidia del vecino (tan perfectamente caricaturizado con el anuncio de hace años Alucina, vecina) pero he de admitir que en ese deporte, Y POR LO QUE PUEDO APRECIAR, SÓLO EN ÉSE, los franchutes nos ganarían por goleada.    
   Mi padre -que era jerezano- me cantaba una cancioncilla que sonaba en Cádiz cuando no sé qué guerras:
Con las bombas que tiran
los fanfarrones
se hacen las gaditanas
tirabuzones...
  Como las versiones nuevas que se me ocurren no son muy aptas para ponerlas aquí -estoy muy cabreada- dejo a la imaginación de los bloggueros poner la letra que se os ocurra. Pero aprovecho para insertar un vídeo de La Parodia Nacional, ese programa de hace muchos años que tanto me divertía, y que todavía se puede encontrar en you tube: Oh, là, là, les gendarmes.  Supongo que a nadie se le ha olvidado la etapa en que se entretenían asaltando nuestros camiones de fruta y tirándola, pisoteándola, puteando con gran orgullo al campo español. A mí, al menos, no se me ha olvidado, porque daba ASCO y lo sigue dando. ¿Arrepentimiento? Ya se ve que no.
   Espero que os guste, a mí me encantó cuando la vi la primera vez, y cuando hace un par de meses la encontré, volvió a gustarme igual, se la puse a mi niña y le expliqué el tema tal como yo lo recuerdo.
   La letra se puede leer abajo, pero aún así la copiaré entera, por si alguien no tiene muchas ganas de ver el vídeo, o no lo puede ver, que estas cosas pasan.


Aquí me ven, al borde del arcén,
qué bien se está, c'est magnifique.
Si vuelcan un camión o dos o tres
no moveré ni el dedo meñique.

El gran follón que hay con la importación
que más me da,¡que no me salpique!
Soy un gendarme y no me moverán
aunque critiquen...

Qué culpa tengo si les espagnols
antes que aquí cogen la fruta.
Será porque allí tienen más sol
y ya en abril están en ruta.

Si no protejo ni un solo camión
permítanme que me justifique:
Monsieur Chirac no ha dicho rien de rien.
¡Que me lo indique!

Soy más francés que Maurice Chevalier,
soy un enfant de la patrie.
Y si Loyola no sabe qué hacer,
¡pobre mujer!, a mí no me líe.

Que plante un melonar en su jardín,
oh, lá, lá, lá, y que alguien le explique
que esto es LA FRANCE, y en todo caso, a mí
no me complique...

Esto es la France de la legalité,
¡cómo nos va la rethorique!
Pero, por mí, que exporten lo español
a Mozambique.

Es el país de la fraternité,
¡oh, lá, lá, lá!, qué bien me suena.
Mas por aquí hay muchos de Le Pin,
 y no nos va la Macarena.

Y aunque gritemos: "vive la Liberté!",
 permítanme que despotrique:
me importa un huevo que el campo español
 se damnifi...
                              se damnifi...
                                                                    se damnifique.

  ¡Ahí queda eso! Y el que tenga oídos, que oiga.
   ¡ Me encanta esta parodia, tenía un montón de ganas de compartirla!

sábado, 4 de febrero de 2012

   Nunca os he contado lo que hago realmente en la guarde. Pues hala, voy a contar un poquito, ya que de todas formas cuando llega el finde no consigo desconectar:
   En la guarde hay cuatro clases: Fresas (de 0 a 1 años), Mandarina (de 1 a 2 años), Piña (mixta: de 1 a 2 años y de 2 a 3) y Cerezas (de 2 a 3 años). La Dire es la que lleva ésta última, y como es la que más obligaciones tiene que cumplir fuera de clase, cada vez que ella debe ausentarse me toca quedarme encargada de los pequeños... monstruos. Lo siento, pero es que los de 2 a 3 años de la clase Cerezas parece que han sido elegidos adrede para sacar de sus casillas a cualquiera, por paciente que sea. Hasta tenemos unos trillizos: Claudia, Alba y Edu. Tres preciosidades, de verdad, pero ¡ay, ay, ay! Sobre todo Alba, es un AY elevado al cubo. Y encima se compinchan para desobedecer, chulear, tirarse al suelo cuando tienen que ir a la mesa a tomarse el desayuno... bueno, de verdad, cuando la seño Cerezas me dice: "Jana, hoy tengo que salir", se me cae el alma a los pies.
   También en esa clase está Ismael, hiperactivo, sin la más mínima idea de educación y agresivo, de modo que hasta las frutas de plástico con las que juegan les sirven como arma: igual ataca al compañero con un plátano, una zanahoria o un espárrago, todo lo que tenga un poco de punta le viene perita. Y cuando lo castigas, se pone a llorar a grito pelado con la "i", enloqueciéndote.
  Hay que castigarlos, claro. Cuando un niño pega a otro, primero le hacemos que vaya y le dé un besito. Los pobres atacados suelen conformarse con eso, pero, claro, es muy cómodo, así que en cualquier momento  ves a uno llorando y a Ismael persiguiéndolo para darle un besito, lo que te da a entender que ya antes le ha cascado de lo lindo. Es el momento de castigarlo: lo llevas a la pared, lo sientas (mirando hacia la clase, todavía no hemos llegado a ponerlos de cara a la pared, aunque todo se andará, seguro) y le dices: "¡quédate ahí sin moverte hasta que yo te diga, a pensar!" Que ya mi niña me dijo cuando se lo conté: pues bien empiezan si ponerlos a pensar es el castigo, no van a querer pensar en la vida.
 Aparte de los Trilli y de Ismael, está Rocío, que puede ser encantadora pero no quiere. Esa niña adora jugar con los muñecos, meterlos en la cuna, cantarles, darles de comer... muy madrecita ella. Y a mediados de noviembre o así dejó de ser "bicho" y cultivaba sus buenas cualidades de manera que daba gloria, lo que había cambiado, etcétera etcétera. Pero en Navidad dejó de venir desde el 22 hasta el 8, y cuando volvió venía en el mismo plan en que estaba a principios de curso: rebelde, pegona, desobediente, en fin... que te hace pensar que en su caso el error de educación lo cometen en su casa, ¿no? O la dejan hacer todo lo que quiere, o no la controlan en absoluto o yo qué sé. Pero el resultado es el mismo: otra que acaba castigada casi a diario, y se oye: "¡Rocío!" veinte veces  cada mañana.
 Javi es otro que ya, aunque pegón y desobediente, es más fácil de llevar. Eso sí, no se le puede obligar a sentarse con los demás porque simplemente no te entiende: él quiere hacer lo que le parece, y si pega no es por dañar sino más bien para apartar lo que le molesta. Es grandullón, pero mucho más inmaduro, así que a la larga es llevadero. Y si le dices que es un campeón, te echa una sonrisa que te camela. 
  No es que vaya a describiros ahora niño por niño, porque son más de 40. Sólo he ido nombrando a las "pesadillas" que me tocan cada vez que la seño Cerezas tiene que ausentarse, para que os hagáis una idea. En esa clase hay 15 niños, 6 de pañales y el resto de los que ya hacen pipí en el wáter, la mayoría sin un problema, algunos, en cambio, pues con accidentes, escapes y sobresaltos varios: Alberto, Celina y Rocío en especial, es un estrés porque si te dicen: "pipí", tienes que abandonar todo lo que estés haciendo e ir corriendo a ponerlos, y a veces eso es imposible. Si por ejemplo estoy en el cambiador cambiando los pañalitos a otro, ¡no voy a dejarlo a medias, se puede caer, por Dios! Y ahí está la emoción de esos minutos a contrarreloj, suplicando: 
  -Por favor, Celina, aguanta un poquitín, que ya estoy ahí, ¿vale, campeona? 
  y ya pensando en que probablemente cuando llegues tengas que cambiar la ropita, llevar a Celina a limpiarla, en fin, otro rato en el que los demás pueden aprovechar para matarse con espárragos, meterse debajo de la mesa de la seño y sacar todas las carpetas, derramar el zumo por el suelo, las mesas y la ropa o pintarrajear las paredes (ya me lo hicieron una vez) con las ceras de colorear.
   En cambio, los de la clase Piña son el grupo más adorable que se podía haber juntado. También a ellos parece que los hayan elegido adrede: niños para comérselos a besitos, para adoptarlos, niños que cuando no puedo estar con ellos en toda la mañana me quedo un ratito más después de mi hora sólo para poder estar con cada uno un minutillo más; todos -bueno, excepto dos que están aprendiendo ahora- son de pañales, y eso tiene la ventaja de que cuando los cambio puedo estar con ellos más íntimamente, darles besitos en la barriguita, decirles ternezas, y eso les encanta. Después los siento sobre el cambiador, les pongo el rotulador en la manita y les ayudo para que cada uno "apunte" que ha hecho pipí, o sea, hacen una cruz en su nombre, y les encanta, todos me dicen: "apuntá", tan felices. Me los comería.
  Está Noelia, que es bastante "bichito" pero de otra manera; es una niña que agradece mucho el cariño, que si se lo das, es buena, dulce, cariñosísima, generosa, tierna... Cuando le reñimos se duele de verdad, esconde la cabeza y se siente horrible, y hay que ir al rato a darle un beso y hacerle un mimo porque si no, no juega ya en toda la mañana. Y si le pides que te ayude, ya no hay niña mala: ella se pone a ayudar con toda fe, se acaba la primera la comida, te lleva la servilleta a la papelera... en fin, un encanto.
  Y Miriam, que es tan lista y madura (tiene 2 años, ya lo sé) que cuando se pone llorona nos sorprendemos porque es que no le pega, parece como si ya fuera una niña grande, quizá por eso se le exige demasiado. Miriam me recuerda mucho a mi niña a su edad. Y es observadora como ella sola, y tiene una memoria de elefante. Desde el primer día conocía cada mochila, cada nombre de sus compañeros, en fin, que yo recurría a ella cuando no sabía de quién era alguna mochi, porque como yo llego a las 10 y me voy a las 2, los niños ya están allí cuando yo llego y la mayoría se van después que yo.
  También está Adonay. Adonay es la dulzura personificada. Es pequeñito (2 años y 3 meses, pero bajito), redondito, con el rostro más inocente que os podáis figurar. Casi nunca llora. Cuando está malito viene y te mira para que lo mimes, y te dice "me pica" o "me lele", pero sin llorar. En cualquier momento viene y me acaricia la cara, despacito, mirándome a los ojos, interrogante y ternísimo. Ayer le dije con toda mi alma: ¡guapo! y me contestó, igual: ¡guapa! No puedo evitar quererlo un poquitín más, claro que no lo demuestro, pero de verdad que no es fácil  evitarlo porque a mí la ternura es lo que más me vence y ese pequeñín es tierno de corazón. Y lo que me entristece o me asusta es que es hijo de un muchacho (lo conozco de mi época en que salía tanto y tal) que, aunque cariñoso también y buena gente, ha llevado bastante mala vida y no la cambia. Ojalá cuide del niño tan bien como lo está haciendo hasta ahora, ojalá la vida no  obligue a mi pequeñín a endurecerse ni a cambiar tanto que no se reconozca. 
 Y ya no nombro a nadie más, bueno, sólo a mi Fabio R., porque es digno de mención ese peque, es divertidísimo oírlo, ¿os acordáis de Juan de la Cosa imitando al japonés? Pues Fabio R. es el japonés, clavado: habla exactamente igual, y es que no calla. Y encima se ríe muchísimo, pero no a tontas y a locas, sino cuando hay algo por lo que reír. Tiene un sentido del humor que lo flipo. Otro al que tengo que comerme a besitos, no tengo más remedio, qué voy a hacer.
  Bueno, os iba a contar lo que hago en la guarde pero no lo he hecho, ya lo veo. Llevo casi una hora escribiendo y se me ha pasado volando, esto es de lo que hablo últimamente con mi hija y con M.P., o sea, soy una comecocos total, me apasiono y todas mis ideas giran en torno a los peques. Y hoy os ha tocado, ya veis, tenía que llegar algún día.
  Todo era para explicar más o menos que empecé febrero con el día peor que he tenido en la guarde desde que entré, porque esperaba pasarme la mañana en la clase Fresas, ya que entraban tres niños nuevos y sabíamos que la seño Fresas no iba a poder centrarse en toda la mañana. Pero llamaron a la Dire para una reunión en el Ayuntamiento y yo que iba inocentemente dispuesta a batallar con bebés de pocos meses me encontré desde las 10 de la mañana en la clase Cerezas, sin faltar uno solo, empezando con que Celina había tenido su "escape" antes de llegar yo pero ya me quedé cambiándola, y después resultó que de desayunos tocaban zumos, o sea que Rocío derramó todo su zumo en la mesa, tuve que recogerlo con pañuelos, y mientras lo hacía, Carmen María, que aunque lleva dos meses se siente nueva y se pasa TODO el día llorando y buscándome (piando "jana, jana, tita jana..." como un pollito), cogió su chaquetón y su bufanda dispuesta a irse pero al ver que no se podía ir, vomitó encima, y yo que no podía salir de la clase pero tenía que ir a por la fregona, limpiar a la niña, recoger el vómito... y a todo esto aún no eran las 10.30, porDiosporDiosporDios. 
  A la hora de la Asamblea conseguí tenerlos entretenidos y pendientes porque en lugar de sentarme en una silla, lo hice en el suelo, con ellos, y les encantó: me rodearon todos y pasamos lista, contamos los diez dedos de la mano, repasamos los colores y cantamos (con la música de Frère Jacques):
Rojo red, rojo red,
verde green, verde green.
Amarillo yellow, amarillo yellow,
azul blue, azul blue.
  Yo soy de francés, de inglés sé eso y yes, I love you y good bye, nada más, pero está bien, ¿verdad? Algo aprenden así.
  Cuando llegué a casa el miércoles cogí un cuaderno para escribir la odisea del día, pero no tuve fuerzas para hacerlo, así que ya se me han olvidado muchas cosas. Sólo recuerdo así, a grosso modo, que estaba al cabo de mis fuerzas y pensando que qué a gustito estaba yo en el paro el año pasado, y que menos mal que en julio vuelvo a engrosar sus filas. 
  Hicimos una ficha en la que había que pintar el pelo de un muñeco de amarillo y poner un gomet (no sé si se escribe así, es una pegatina redondita de un color liso) rojo sobre la nariz, para diferenciar partes del rostro. Habíamos cantado la canción de Pin pón, repasándola en un cuento, y toda esa parte fue medianamente bien.
  La ficha fue regular. Los ponemos de pocos en pocos, porque si las hacen todos a la vez al final pintarrajean con las ceras todo lo que pillan; pero a pesar de las precauciones, en cuanto me descuidaba para atender a otro, alguno pintaba de amarillo toda la cara del muñeco (y eso que sabían que no había que pintar más que el pelo), o arrugaban el papel... sobre todo, por supuesto, Ismael, Rocío, Rafael Ángel, Javi... Alba, en cambio, pintó muy bien el pelo, sin salirse, yo diría que la que mejor lo hizo. Pero, vamos, que no me imagino lo que pensaría la Dire cuando viera las fichas, con tanto amarillo por todas partes y arrugadas muchas de ellas... porque eso es responsabilidad mía, claro, yo tendría que estar pendiente de cada niño, pero de verdad, ¿¡cómo!? No son mis alumnos de diario, los tengo sólo en ciertas ocasiones, así que confieso que es como librar una batalla en la que, si sobrevives, ya te puedes dar por vencedora. Pero me mortifica.
  Al final, mandarlos a todos a hacer pipí, cambiar a los de pañales, vigilar entretanto a los demás (es dantesco, de verdad) y por fin ponerlos a todos en fila para ir al recreo, a la Piscina de Bolas.
   Llegamos allí a las 12 o por ahí, y nada más entrar, al ver que estaban ya allí las seños Mandarina y Piña, ya tuve que irme corriendo a la clase Fresas, ¡a ver cómo les iba a los tres nuevos bebés, más los cinco que ya teníamos! Sin un segundo ni para respirar, entro en la clase a oír llantos de ocho bebés, cambiar pañales porque a la seño Fresa apenas le había dado tiempo a nada, la pobrecita mía estaba toda estresada, "Jana, yo no puedo, ha sido una mañana horrible" "Dímelo a mí, que hasta me traje café para tomarlo contigo, y no he podido ni respirar en toda la mañana". Y ya nos fuimos con los peques al comedor, donde me tocó darle a uno de los bebés nuevos, Miguel, y ahí ya sí que Janita la de la niebla era digna de ver: pelo, cara, rebeca, camiseta y vaqueros rezumaban puré de zanahorias de un cálido y otoñal tono anaranjado, tanto que tuve que quedarme en manga corta (allí hace calor, eso sí) y parecía una mala aspirante a Miss Camiseta Mojada Pelirroja, o pelinaranja más bien. Fue el casi final ideal para un primer día de febrero altísimamente estresante. 
   Me moriré en un día del mes de enero... Pues a lo mejor lo voy a dejar para febrero, habría que pensar.
   Y todavía quedaba el resto del día: después de dar de comer a los bebés pequeñines, hay que seguir con los mayorcitos, que están, unos en trona (los más pequeños) y el resto de 6 en 6 en mesas. Algunos son completamente imposibles, aunque no sé ni cómo, al final conseguimos que coman más o menos la mitad de cada plato (son muy abundantes) y el yogur o la fruta. A otros da gloria verlos esforzarse en llenar ellos solitos la cuchara, claro que no lo suelen conseguir bien y hay que ayudarles a llevarla a la boca, pero son momentos estimulantes.
  Adonay intenta comer solito y lo consigue bastante, pero cuando me ve acercarme me tiende la cuchara a mí para que le dé. Y hasta prueba el calabacín y los guisantes de guarnición, sólo por complacerme, aunque cuando me voy se los saca de la boca con cuidado. 
  También conseguí hace unos días que Miriam probara un cachito de zanahoria (se ponía histérica cuando lo intentábamos) y ahora resulta que le gustó tanto que todos los días pide zanahorias. Nos hartamos de reír con  ella. Empieza: "¡Seño Jana, seño Jana, no hay zanahorias!" muy disgustada, y tengo que ir a enseñarle que hoy hay otra verdura, y ya las prueba todas. Es milagroso.
  Sí, ya sé que si empiezo a hablar de ellos me pierdo. Y me parece que la entrada va ya larguísima, ¿no? Voy a cortar. Pero antes acabo el día, aunque sea a toda velocidad, total, como suelo ir: a la 1.30 me voy llevando a los que han terminado, sobre todo a los que vienen enseguida a por ellos, los cambio, les peino y les echo colonia (y no me gusta peinarlos con raya al lado y el pelo pegadito a la cabeza, pero me dicen que lo haga aunque tampoco a los padres les guste, de verdad, pobres niños) y a por el siguiente. Los demás niños van llegando, las seños también, cambiamos a toda velocidad, los dejamos listos, los que se van, ya os digo, en plan El Pequeño Lord, los demás, a las hamacas a dormir, que se suelen levantar veinte veces y algunos (Ismael siempre) acaban llorando castigados y emborricados, como decimos aquí. Y cuando la paz llega por fin y reina el silencio...
  Son las 2 (más bien y cuarto) y me tengo que ir. ¡Estrés, estrés, estrés!
  Así que sueño con llegar a casa, tomarme una birrita deliciosa, fumarme un cigarrillo y luego otro y comer... ¿yo? ¿Qué es eso? Como cerca de las cuatro, cuando me pasa algo sólido por la garganta. Y mientras, hablo y cuento, y sé que muchas veces no me escuchan, lo comprendo: la semana que Anais trabaja de tarde, hablo con ella por teléfono nada más salir y le doy el parte de guerra del día, supongo que mientras me oye como un runrún ella se relaja sin hacerme caso... y luego, en casita, frente a la chimenea, repito y aumento las Aventuras y Desventuras de Janita, y M.P. se atarea con la candela, diciendo "hum... ja, ja, ja",. etc. para complacerme. 
  Lo siento, hoy os ha tocado el rollo a vosotros. Podéis saltároslo, ¡no me voy a enterar!


Esta es la entrada de la guarde, la he encontrado en google, yo no estoy (estaba con los más peques), fue en los días anteriores a Navidad, no se ven muy bien los chiquitines pero la que está en primer plano, a la derecha, es mi Noelia, y el que se ve a la izquierda sentadito y mirando a la derecha y abajo es mi Adonay. Los Trilli están detrás, donde está el hombre con la chaqueta negra, precisamente la niña a la que él está cogiendo por los hombros es Alba. La que está de pie con una niña en brazos (Carmen María, que aquellos días era todavía más novatilla) es la Dire, y la de la camisa de cuadros es la seño de la clase Piña)
(No creo que sea ilegal poner la foto ni decir los nombres, ¿verdad?)


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Ana Vega Burgos
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